jueves, noviembre 30, 2006

ANESTESIA

He decidido que no voy a hacer ya muchos esfuerzos por esconderme. Tampoco diré quién soy ni ofreceré pistas para que me descubra el que me tenga que descubrir. Al final todos terminamos emergiendo a la superficie, como los cadáveres hinchados de los ahogados que se traga el mar. Seguiré contando mi historia, voy tras de ella, en busca de aprender algo de mí misma, o de constatar que no hay nada que aprender. Para empezar confieso que he mentido, sobre todo en mi relato de como me hice puta, que es totalmente falso, y después he fabulado un poco en ciertas experiencias, aunque la base casi siempre es verídica. Soy una principiante. Dejémoslo en eso.

¿Por qué me metí en esto? No fue para pagarme mis vicios, como reza el tópico de la puta drogadicta. Conseguir esas cosas siempre fue gratuito para mí, sólo tenía que ir con determinados hombres que llevan los bolsillos llenos de caramelos con los que pagan la compañía de la gente, y con los que terminan rodeándose de gente que se deja invitar a todo, o de gente que busca a alguien que le invite a todo. Yo pertenezco al segundo grupo, aunque antes estaba en el primero. No me gustan esos hombres, al final una se da cuenta de que no tienen nada que ofrecerme que al fin y al cabo no pueda comprarme vendiéndome, como lo hacía de facto desde hace mucho tiempo.

Antes simultaneaba esto con otro trabajo, uno decente (por llamarlo de alguna manera, aunque casi todos los empleos tienen algo de indecencia), ahora no me merece la pena. Gano más de lo que necesito siendo puta, el otro trabajo se me había convertido en una especie de coartada, que he terminado por deshechar para poder dormir a gusto por las mañanas.

Las cosas van a cambiar. O eso me he propuesto desde que tuve una gran hemorragia nasal. Fue desagradable verme así, con la sangre chorreándome por la nariz, y por dentro de la garganta. Paré por una semana, y luego volví a empezar. Pero ese día empecé a preocuparme y me planteé seriamente el poner un fin a todo esto, pensé en llegar al 1 de diciembre o a mi 30º cumpleaños, el año que viene. El otro día me fui al dentista, me dolía un diente desde hace un tiempo. El dentista se dio cuenta nada más vérmelo. Me dijo que si seguí así me iba a quedar sin boca. Que lo que me había pasado en el diente era el primer aviso. Me hicieron una endodoncia, y después me pondrán un diente de titanio. Me dice que no se notará nada, pero ya es una marca para toda la vida. No quiero seguir por ahí. Si me vierais no notaríais nada, tengo muy buen aspecto, siempre parece que estoy más sana que una manzana, como se dice... pero no dejo de tener la sensación de que algo me come por dentro. Me come aquello que se come mi ansiedad. A veces tengo la sensación de que si no arrojo nada ahí dentro, mis entrañas se alimentarán de sí mismas.

Esta semana trabajar se me hace más difícil. Con mis clientes siempre me abstraía con la anticipación del placer que estaba por venir en cuando llegara a casa. Ahora no hay gratificación.

miércoles, noviembre 22, 2006

Periodicidad

Me he cansado del blog. Como con todo lo que me gusta, me envicio, me apasiono y finalmente, me obsesiono y termino por odiarlo. Soy de ésas que cuando le gusta una canción la escucha mil veces hasta que se me hace insoportable. Me he hecho adicta al blog sobre todo ahora que he puesto abajo del todo un botoncito azul que me permite ver (y a vosotros también), las estadísticas de esta página. Paso demasiado tiempo mirando quién entra y quién sale, de dónde vienen, cómo llegan. Desde que empecé el blog he dejado todo lo que quería leer este mes. Además me he cansado de como escribo. Me sale muy literario, falso, impostado. Voy de puta de novela mala, literaria. Me cuento a mí misma como si fuera un personaje, con cierto narcisismo que me termina hiriendo en cuanto apago el ordenador y cierro por fin la puerta a ese mundo de extraños, a los que os cuento para impresionaros, mi vida de puta. Es un horror en lo que una puede convertirse, releo el retrato que he hecho de mí misma en este blog, y me doy cuenta de todas las artimañas que uso para engañaros a vosotros y a mí misma sobre cómo soy y cómo siento. Es más saludable si sólo lo escribo mensualmente. O quincenalmente mejor. Lo ideal sería borrarlo, pero le voy a dar una segunda oportunidad... ya he escrito tanto, que tengo sensación de estar en medio de algún camino, y de camino hacia alguna verdad, o hacia la constatación de alguna gran mentira. Vuelvo en quince días y veré lo que hago.

Perdonen por el snobismo de colgar una canción de Los Chichos en mi perfil, no pude resistirme a la tentación cuando me la encontré. Los Chichos, creo, son mi mayor perversión. Nos vemos el 30 de Noviembre.

domingo, noviembre 19, 2006

EL AFECTO ES LA CORTESÍA DE LA PUTA

Una de los acusaciones infudadas más frecuentes sobre la actividad de las putas, es que todo lo que hacemos en la cama es artifical y por ello, necesariamente, se degrada la calidad de la experiencia sexual que proveemos. Algunos hombres, y sobre todo las mujeres (cosa que me extraña muchísimo) descalifican el sexo comprado por ser nuestro placer fingido. Como si no fingiéramos la mayoría de las veces, sea sexo pagado o no. Quisiera hacer un elogio del artificio, del maquillaje, del disfraz y de la impostación: esto es lo que nos hace profundamente humanos, el poder utilizar la razón para representar una conducta animal, un estado extático de quién ha iniciado, sin posibilidad de retorno, su carrera desbocada hacia el orgasmo. Estoy segura de que los polvos que echo por dinero son mucho mejores y más intensos que los que en su día eché por amor. Todo está estudiado y coreografiado, cuándo intensificar el ritmo, cuándo fingir un detalle de afecto con una caricia más amorosa que erótica, o un beso en la frente, cuándo mirar al infinito y gemir como quien pierde la cabeza enajenada por el placer. No hay nada que les dé más satisfacción a los clientes que el pensar que son ellos los que me han hecho perder el control, los que han provocado mi absoluta entrega y han desmontado la frialdad y la compostura inicial de la puta. La vanidad del macho tiene su mejor recompensa en la creencia de que han conseguido hacer disfrutar a una puta. Yo siempre juego a eso con los clientes que quiero fidelizar. El sexo es lo único que vendo, el afecto es mi cortesía. Pero el afecto arruina todo el trabajo de artificialidad necesario para que el cliente salga satisfecho, pensando que ha conseguido mi entrega. Es realmente cuando me entrego, que el polvo empieza a ser algo torpe, que las muecas en mi cara puedan resultar grotescas y que mis posturas pierdan la precisión de ballerina que tanto estimulan visualmente a quien paga por el espectáculo de follarme. Sin embargo esto no suele pasar casi nunca. Sería como hacerle disfrutar de un plato de arroz a un pobre cubano en cuya casa sólo se come arroz todos los días.

El amor estropea el sexo, no lo amplifica ni lo mejora.

miércoles, noviembre 15, 2006

VISITA FAMILIAR

Estos días he tenido visita familiar. Mis padres han estado en Madrid por una serie de motivos. Qué difícil es mentir bien. A mí no se me nota en el tono ni en la expresión, después de todo, llevo ya unos años viviendo de fingir y acostumbrada a responder a falsos nombres. Desde hace un tiempo, la mayor parte de la gente con la que trato en mi día a día no sabe mi verdadero nombre. Es mejor así. Me resulta fácil representar bien el papel, para eso soy muy natural, lo que se me hace más difícil es mantener la consistencia de la mentira a través del tiempo, pero eso no es más que un problema de memoria. Cada vez que añado algo nuevo a mi historia lo apunto para que no se me olvide. Tengo un cuaderno en casa donde voy escribiendo , a modo de registro, todos los datos que les doy a mis padres y al resto de mi familia sobre mi trabajo y mi entorno laboral, una especie de bitácora de la vida que me he inventado para tenerles contentos, o por lo menos despreocupados. En mi vida inventada para ellos yo desempeño una profesión muy ligada a la licenciatura que piensan que terminé, un sector con el que no están nada familiarizados y en el que no tienen muchos elementos de referencia como para contrastar lo que les cuento. En todo caso, más que de los detalles concretos de mi actividad, yo prefiero hablarles de mis relaciones con mi jefe y mis compañeros de curro, esa gente inexistente, que sólo tienen presencia en mi imaginación y en la de mi familia. Dije anteriormente, en otro post, que no tengo talento para inventarme nada de cero, supongo que no es del todo cierto, ahora que lo pienso podría pasarme horas enteras hablando de la gente del trabajo. A veces cuando hablo con mis padres les cuento que me llevo mal con unos, bien con otros, que mi jefe se ha fijado en mí y creo que me va a subir el sueldo... Mi padre el otro día me dio una charla de cómo tenía que pedir mi aumento de sueldo, y yo luego le conté como había sido mi reunión y como al final me sobrepuse a la tensión que me causaba pedir un aumento, le miré a los ojos y le solté todos los argumentos que mi padre me había enumerado. Y sí, conseguí el aumento. Mi padre me decía que estaba orgullosa de mí, y que llegaría lejos. Pobre... Aunque supongo que le hago feliz así. Sería muy egoísta por mi parte enfrentarle a una verdad para la que no se ha preparado, no hay ninguna necesidad. El día que monte mi negocio, podrá enorgullecerse de cosas reales, palpables y yo podré relajarme y bajar la guardia. Os diría el tipo de negocio que es, pero prefiero ser discreta, pues mi vida anterior será borrada, al menos durante un tiempo. Luego puede que me reconcilie con esa vida anterior (esta que tengo ahora) y trate de darle algún sentido, aunque de momento no pienso perderme por esos vericuetos tan peligrosos por donde van los que aspiran a que la vida tenga algún sentido.

domingo, noviembre 12, 2006

GIORGIONE


Estaba pensando en si debo poner o no poner una imagen en mi blog. En un principio pensé en no hacerlo, quería hacerlo sólo de texto, pero ahora lo veo un poco árido, tanto párrafo, sin imagen que lo oxigene. Además no sé cómo hacer eso de "seguír leyendo", que ponen al final de una pequeña introducción al post en muchos blogs, y que hace más digestible el primer vistazo a la página. He decidido que de vez en cuando voy a poner pinturas de mujeres, las fotos se me hacen demasiado concretas y duras, no me puedo imaginar a quienes sirven de modelos como símbolos, sino como sujetos específicos. Prefiero la pintura porque tiene toda la potencia de una imagen construida para ser símbolo, un producto de la imaginación creada para ser gozada no sólo con la vista, sino con el pensamiento. El problema con la pintura (o por lo menos, con la que a mí más me gusta en este momento, los gustos me duran poco) es que los grandes cuadros de mujeres casi siempre están hechos desde la mirada de un hombre. La pintura es un arte eminentemente masculino, históricamente lo ha sido siempre así. Las mujeres que nos ha dejado para su contemplación son productos de la la imaginación de un hombre. Es un hombre quien las piensa, las sueña, ajusta el canon de sus proporciones, las viste, les da la pose, el color, el gesto, y si tienen mucha habilidad, un toque de vida, lo suficiente como para hacerlas habitar en nuestra imaginación colectiva durante siglos. Pero, con toda su pericia, hay algo en ellas que nos traiciona como espectadoras, la mirada con la que nos miran es la de una mujer mirando a un hombre, no nos miran a nosotras. Por eso, mi pintor favorito de mujeres es el veneciano Giorgione, que pintó a Judith y a Venus con los ojos cerrados o mirando a otra parte. A Judith la pintó con la espada y el hombre a sus pies, como una Salomé sin la mancha de su crimen, sino con un aire de heroína. A Venus la pintó soñando, mientras dejaba reposar su mano sobre el pubis... Giorgione sabía que para él, el misterio inescrutable era saber qué sueñan y qué fantasean las mujeres, que es lo que están mirando cuando sus ojos no nos devuelven el reflejo de la mirada que las mira. Giorgione no se desveló a sí mismo el misterio con su pintura, lo conservó con toda la carga enigmática.

jueves, noviembre 09, 2006

VIAJE

Extraño viaje. Nunca me había ido tanto tiempo con un cliente, y la verdad es que me ha pagado bien, no me quejo de nada, o por lo menos, de nada más que de lo que siempre me quejo. Mi cliente se dedica a vender máquinas muy grandes y muy sofisticadas. No especifico más... Cada venta es todo un proceso de flirteo y seducción del cliente, casi un cortejo nupcial, hay que conocerse primero, coquetear un poco, comer, salir, conversar largo y tendido, y luego quizás llegue el compromiso de la venta, y tras la venta, el mantenimiento de la máquina, que es un derrama constante. Como un matrimonio. Si compras la máquina, te casas con el que te la vendió. Mi cliente va con una presentación, vídeos, folletos, planos y precios, se entrevista con los posibles compradores, se los lleva a comer y a eso de las cuatro o las cinco, deja de trabajar y ahí es donde empiezo a trabajar yo. Mi trabajo no sólo consiste en ofrecer sexo, eso sería lo más fácil, dar un poco de carne hasta que se agote y cerrar el chiringuito hasta que se reponga. La parte del sexo es sólo el remate final de cada jornada. Antes tenemos que salir a pasear, ver alguna dudosa atracción turística, como un triste zoológico con tres leones desdentados y un babuino pajillero, o la visita a una tumba de un antiguo presidente de la República (Estoy en una república, es todo lo que os diré). Luego nos vamos a cenar y a tomar copas, él no cena, porque se pone de coca hasta las cejas y se le cierra el estómago, pero beber sí que bebe. Pedimos comida y yo me como mi parte, él deja la suya, pero se termina una botella de vino. Yo no tengo que hablar, él es un torrente imparable de palabras, y como no cena, sólo ocupa su boca con palabras y palabras. Mientras, yo mastico lentamente y hago como si tuviera gran interés en todo lo que me dice. El tipo es bastante repulsivo, nunca entiendo porque no contrata los servicios de una prostituta local, que son más baratas y lo confieso, verdaderamente guapas. Por menos dinero de lo que yo valgo, podría tener un pedazo de carne mucho más vistoso. Pero el tipo por un lado es bastante xenófobo o racista o qué se yo... el caso es que sólo le gustan las españolas, y por otro lado, dice que a los locales les jode mucho que venga un español de fuera a hacer turismo sexual, así que prefiere traerse a su puta de España.

El cliente, llamémoslo X, duerme poco. Me folla, y luego se queda poniéndose rayas hasta tarde y escribiendo en un diario. En cierto modo le agradezco que termine canalizando su verborrea en forma escrita, y que no vierta en mis orejas el caudal entero de palabras e ideas que la cocaína le desata. Cuando ya se ha vaciado de discursos, se atiza una pastilla que se llama Alcyon, que según él es tan potente como el orfidal, pero al contrario que éste, no te deja atontado al día siguiente... En cuanto se duerme, X empieza a roncar como si se hubiera tragado un martillo hidráulico, y por supuesto no me deja dormir. Él sabe que ronca (supongo que se lo dirá su pobre mujer todas las mañanas), sobre todo cuando se pone de coca, y me ofrece de sus pastillas para dormir, pero yo prefiero quedarme leyendo. En cuanto el tipo se queda dormido, yo me levanto de la cama, me siento en un sofá del cuarto y me pongo a leer un extrañísimo libro que me he comprado, no sé si de humor o de terror, que os recomiendo a todos (Vathek, de William Beckford). Me repugna compartir cama con la mayoría de mis clientes, y éste pertenece a esa mayoría. Por la mañana, mi cliente se levanta y me pide una felación matinal, con la convicción de que con ese pequeño placer, se le extrae todo el dolor de la resaca. Luego se mete en la ducha, se pone su traje, se abofetea la cara con saña, para que la sangre y el color empiecen a fluir por sus mejillas, y se va a sus negocios. Es entonces cuando yo empiezo a dormir.

Hacia el final del viaje, hubo un día en que me desperté a eso de las tres, con una llamada del recepcionista, para darme un mensaje: X se retrasaba, no vendría hasta la cena, y me dio la dirección del restaurante. No sabía muy bien que hacer, porque ya había devorado Vathek y decidí cotillear el diario de X. Normalmente soy bastante respetuosa con la intimidad de mis clientes y no me dedico a espiar sus pertenencias, pero hay veces en que les he robado algún libro que sabía que no valoraban, o que les he espiado los cajones, no para llevarme nada, sino por pura curiosidad (aunque en realidad son muy pocos los clientes que me provocan curiosidad, pues la mayoría los clasifico rápidamente en una categoría nada más verles). Son pequeñas maldades que de repente se me hacen inevitables. Pues bien, la verdad es que me llevé una gran sorpresa al leer el diario de X. El tipo parecía incluso sensible. Sus textos me daban la sensación de que me encontraba ante las maravillosas ruinas de una inteligencia destruida hace tiempo, cubierta de maleza y liquen, con apenas alguna columna en pie, como esos restos de templos romanos, que nos hacen cerrar los ojos para recostruirlos con la imaginación, y ver en nuestra fantasía todo el esplendor que un día debieron tener. Las frases eran largas, llenas de giros, se perdían sin llegar a ninguna parte y sin apuntalar ninguna idea con nitidez, pero aquí y allá, emergían en toda esa charlatanería imágenes audaces. Parecía la poesía en prosa de un loco... me acuerdo de dos imágenes que me encantaron: "laberinto de ausencias" y "cementerio de nubes"...

martes, noviembre 07, 2006

Vuelta

Me vuelvo ya. He estado de viaje con un cliente. Él se ha ido ya, voló a otra ciudad de este país en el que estamos, por motivos de trabajo. Yo sigo aquí, voy a coger el avión de la tarde, y mientras hago tiempo dejo una nota desde un ordenador del hotel, para que los pocos que me leéis no penséis que me he ido del todo.

Nunca me había ido tanto tiempo con un cliente, ni tan lejos. La convivencia ha sido dura y larga. Mi cliente es de aquellos que en cuanto no están vigilados por su mujer, se entregan sin freno a todo tipo de vicios... beben, comen y se drogan sin mesura. Saben que en cuanto vuelvan todo vuelve a la paz inicial, bajo la vigilancia y la tutela de su señora esposa, esa mujer a la que han convertido en muro de contención de todos los apetitos que se agolpan dentro de ellos, y que empujan por salir como una violenta riada de agua y lodo. Seguiré contando... aquí todos tienen ojos y hablan español. No me gusta escribir fuera de mi pequeña madriguera.

miércoles, noviembre 01, 2006

DESPERTARES

Hoy me he despertado en la cama de un cliente. Pongámosle nombre, al menos, démosle una inicial: A. Se merece que le rescatemos del común de los clientes. Para empezar no le estaba engañando a nadie conmigo, a nadie salvo a sí mismo, claro está. Pero eso es la forma más noble del engaño. A es un cliente que repite bastante, y que se deja una fortuna en mí, al comienzo de cada mes, que es cuando tiene dinero. Es un hombre metódico, aparta de su sueldo lo que necesita para la hipoteca, para comer y para vivir en general, y con lo que le sobra, que no es poco, se lo gasta en mí y en una colección que tiene, muy curiosa, que no puedo especificar por riesgo a delatarle, pues no creo que haya muchas personas que coleccionen lo que este señor colecciona. En cualquier caso, tiene el carácter meticuloso, paciente y cuidadoso del coleccionista, que es quizás lo que me interesa contar. El tipo es poco agraciado, apocado, de esos en los que no me fijo al caminar por la calle, ni siquiera es especialmente desagradable, ninguna de sus facciones se asentarían en mi memoria ni aunque se sentara delante de mí todas las tardes, en el autobús que me lleva al apartamento donde suelo trabajar. Hasta hace poco, A vivía con su madre, una señora enferma e impedida a la que cuidó durante años. Quizás por eso se quedó soltero, quién sabe, en todo caso, con ese físico A jamás podría haberse casado con una mujer bella como a las que a él le gustan. Su casa es un lugar donde el tiempo se paró hace mucho, y donde cada objeto parece un recuerdo de alguien que no volverá. Allí paso una noche cada mes, desde que muriera la madre de A.

A me paga por pasar la noche entera con él, es bastante dinero, y la verdad que lo prefiero, pues me resulta mucho más cómodo que hacer varios trabajos en una noche, sobre todo a fin de mes, que es cuando los puteros cobran y salen a gastárselo, con un calentón impresionante, todos llevan ya semanas planificando su noche de sexo, y han tenido tiempo de simular en su imaginación todas las nuevas fantasías que van a realizar. Esos días no me dan un respiro, por eso prefiero fidelizar clientes que me den en un día lo que de otro modo ganaría a costa de desfogar a los sedientos puteros de fin de mes. A me quiere enamorar, tiene un punto romántico que me inspira no sé muy bien si pena o ternura, y se esfuerza por distinguirse del común de los clientes. No quiere que yo le vea como un putero más, y en cierto modo, no responde al patrón del putero común: siempre me llama a mí, le interesa más mi compañía que el sexo, se preocupa porque no me aburra ni esté incómoda o a disgusto, y trata de que no me sienta una puta cuando esté con él, quiere que seamos amigos, pero es inevitable que yo me sienta una puta, le cobro un dineral, jamás le hago rebajas ni le regalo un sólo minuto de más (ni él me pide que le dé nada fuera de los términos de nuestro acuerdo) y la verdad es que nunca iría con él a ninguna parte si no fuera por el dinero. Es triste, pero es así.

Cuando llego a su casa siempre se pone de traje y me pide que me ponga un vestido elegante. Él me deja los vestidos, me ayuda a vestirme, es una de las cosas que le excitan. Luego me sirve una cena muy elaborada que él mismo prepara, se le da bien la cocina y se estira bastante, comprando productos de primera. Los dos cenamos, tomamos un buen vino y después solemos ver una película juntos. Me pide que le traiga yo las películas, compro las que quiero ver y luego él me las paga y se las queda. Le encanta que nos tumbemos en un sofá y veamos la peli abrazados. Después de la película nos vamos a dormir, hablamos un poco en la cama y me pide que me desnude. Se está un rato acariciándome el cuerpo, con ojos de fascinación y después pide que le abrace hasta dormirse. Siempre se toma una pastilla para dormir bastante potente las noches que yo voy, porque dice que si no, no se duerme, es bastante insomne, y en realidad, lo que más le gusta de todo lo que hacemos es dormirse en mis brazos, abrazado. Yo no pego ojo en toda la noche, hay algo que me produce cierta angustia en todo esto: la simulación de una intimidad de pareja, me cuesta mucho menos que me folle un desconocido a dormir con él como si lleváramos toda una vida juntos. En realidad me deprime tanto este pobre hombre... pero supongo que le doy su dosis mensual de felicidad.

Cuando me despierto, A sigue adormilado, bajo el efecto de la pastilla. Le cuesta salir del atolondramiento en que le deja. Yo me despido y él me pide un beso. Sabe que en la boca no se lo voy a dar, pero le basta con un beso en la frente, se me queda mirando con ojos de gran tristeza mientras me voy. Este es de los clientes que me hacen daño en un sentido moral, pues en realidad paga por poder amar y sentirse amado, no por sexo, y eso es mucho más difícil de dar. No hay que poner el coño, sino un pedacito del alma.

A veces nos pagan por simular amor y cariño. Yo sé que si no lo hiciera, A se buscaría a otra puta que le diera eso. Es la parte de nuestro trabajo en que son necesarias las dotes de actriz. Cuando venía a mi casa iba pensando en el papel que había desempeñado, el de una novia, el de una mujer que se aburre serenamente con su marido, viendo una película... Los dos actuábamos, tanto él como yo, para crear la imagen de una pareja real, cuyos ademanes y trato mutuo están moldeados por el tiempo. Me pregunto si yo podré estar ahí alguna vez, aburriéndome alegremente, tirada en un sofá, abrazada a alguien mientras dejo escaparse el tiempo ante la tele, sin ninguna ansiedad, sin la inquietud de la que piensa que se está perdiendo algo.